
El aceite de palma se encuentra presente en nuestro día a día. Nos hacemos eco de su repercusión tanto en el ámbito de la salud como en el medioambiental, para esclarecer algunas claves y dar algunos consejos para evitarlo.
Si tan malo es, ¿por qué lo usamos? La primera batalla que se centró en torno a las grasas se dirigió a las grasas hidrogenadas.
La principal característica de estas grasas es que son sólidas y no líquidas como los aceites de girasol, soja, maíz, oliva, algodón… Sin embargo, gracias a la hidrogenación, este tipo de aceites líquidos se convierten en grasas sólidas aptas para la industria alimentaria ya que otorgan propiedades y atributos como la untuosidad, cremosidad y palatibilidad.
Pero no todo podía ser bueno, este tipo de grasas cambian su estructura y con ello sus propiedades, convirtiéndose en grasas hidrogenadas o grasas trans.
En muchos países las autoridades se percataron de esta preocupación por las grasas hidrogenadas. La comunidad científica y la población presionó y las leyes fueron más exigentes en cuanto a su uso.
A partir de ese momento, muchos fabricantes dejaron de usar este tipo de grasas y se empezó a usar la grasa de palma como sustituta: es una grasa sólida a temperatura ambiente y no necesita de hidrogenación para mantener esta estructura.
No obstante, esta grasa es rica en grasas saturadas, entorno a un 40% de su perfil lipídico, por lo que está muy alejada de ser una alternativa idónea desde el punto de vista nutricional.
En muchas ocasiones, la presencia de esta grasa quedaba oculta a ojos del consumidor, porque se etiquetaba en los productos como grasa vegetal, sin indicar la procedencia. Todo cambio con la nueva legislación de etiquetado, que entró en vigor en diciembre de 2014. En ella se obligó al fabricante a indicar el origen de la grasa vegetal.
Otras características que hacen de la grasa de palma un buen recurso para la industria alimentaria es su coste, un 30% menor que el aceite de girasol, además de la gran ventaja de que es una grasa que se enrancia con menos facilidad.
El uso de esta grasa ocasiona un gran impacto medioambiental, principalmente en el sureste asiático, de donde procede la mayor parte de la producción.
Según ecologistas en acción, las plantaciones de aceite de palma se han expandido a través de los trópicos del Sur, América del Sur, África, etc…
Evolución de la deforestación en Borneo (UNEP/GRID-Arendal Maps and Graphics Library)
A pesar de ello, donde más impacto existe es en Asia, en países tales como Indonesia, Malasia o Papua Nueva Guinea, debido a la gran destrucción de los bosques y la selva tropical. Esto provoca enormes cantidades de emisiones de CO2 a la atmósfera. Pero lo peor, es que desplaza a los indígenas o poblaciones autóctonas, que dependen exclusivamente de los bosques para sobrevivir, ya que estos son su medio de vida natural para subsistir.
En los supermercados la podemos encontrar en productos como la margarina, patatas fritas, pizzas, galletas, bollería, cremas, salsas, precocinados o aperitivos, entre otros.
Leer bien la etiqueta, nos puede ayudar a seleccionar entre la gran variedad de productos. El aceite de palma aparece con distintos nombres y denominaciones (más de 200). Puedes ver cómo distinguir esta grasa por su nombre en estos enlaces: bajo que nombres puede aparecer el aceite de palma en los ingredientes y los 200 nombres del aceite de palma.
Todo esto supone un nuevo reto para la industria alimentaria, ya que cualquier sustitución de un ingrediente por otro, acaba afectando a la caracterización general del producto.
Sin embargo, se pueden conseguir productos similares sustituyendo este tipo de grasa por aceites más saludables o por ingredientes que tecnológicamente aporten los atributos que otorga la grasa de palma.
Desde Innofood, hemos desarrollado distintos productos en esta línea. El desarrollo integral de nuevos productos saludables es uno de nuestros puntos fuertes. En este caso, eliminando de la formulación este tipo de grasa de galletas, productos de panadería, bollería, untables de chocolate, precocinados, postres y snacks.
Y tú, ¿dónde crees que está la solución?