Los nuevos ritmos de vida y la mayor concienciación social han creado nuevas modas y han promocionado el incremento de seguidores de otras preexistentes en estos últimos años. Es el caso de, por ejemplo, el aumento de la conciencia medioambiental, animal y sobre la salud, que ha permitido a las empresas avanzar en temas muy variados, algunos de ellos encaminados hacia la mejora global de la salud de las personas y del planeta.
Partiendo de la premisa en la que las personas lo queremos todo: un producto rico, saludable, con buen olor y color, natural, duradero, reciclable… y que se ajuste a nuestro bolsillo, las nuevas tendencias intentan adaptarse lo máximo posible a sus potenciales compradores para justificar los aumentos de precio o posicionarse ante sus competidores.
Una de las tendencias en auge, y que según los expertos lo seguirá siendo, son las dietas sin carne, ya sean veganas, vegetarianas o flexivegetarianas; que reclaman la atención para mejorar la salud y cuidar del bienestar animal y del medio ambiente. Debido a esta tendencia, muchas empresas alimentarias han sacado sustitutos vegetales a los tradicionales cárnicos (hamburguesas, fiambres, snacks…), muy apetecibles y con sabores muchas veces similares a la carne; pero estos productos no tienen por qué ser más sanos sólo por el hecho de ser de origen vegetal, pues a veces utilizan bases grasas y almidones, con lo que el aporte calórico puede ser mayor que su equivalente “animal”.
Con esto no queremos decir que este tipo de dietas sean más o menos sanas, si no hacer hincapié en que no por ser una dieta sin carne ya es sana. Siempre debemos tener en cuenta las necesidades de nuestro cuerpo y adaptar el consumo calórico y del resto de nutrientes a nuestro estilo de vida, y, sea cual sea nuestra dieta, nunca están de más los productos frescos (frutas y verduras) y las legumbres, que aportan gran cantidad de vitaminas y minerales.
Otro tema que preocupa a los consumidores es el exceso de contaminación, principalmente proveniente de plásticos y embalaje, cuestión delicada en el sector alimentario.
En nuestro sector, el desarrollo del comercio y de los productos cada vez más duraderos, está acrecentando la cantidad de plásticos protectores o embalajes específicos para aumentar la vida útil de los productos. Aún habiendo muchas maneras de reducir los envoltorios de los productos, no todas son fáciles, ya que muchos necesitan de algún tratamiento al que no se pueden someter otros materiales; hablamos por ejemplo de atmósferas protectoras en productos que se oxidan (el bajo porcentaje de oxígeno en ensaladas IV gama o la carne roja), productos que necesitan de tratamiento térmico en un envase que soporte el calor…
Aún siendo todo un reto la reducción de estos materiales en la industria alimentaria debido a los altos estándares de calidad, se está investigando para disminuir la cantidad de plásticos y adaptar los restantes a materiales eco o biodegradables.
Pero no todo lo que se desaprovecha forma parte del envoltorio, aproximadamente un tercio de la comida que se produce en el mundo se desperdicia. La revalorización y utilización de los subproductos, que se habían estado despilfarrando o tirando, ahora ha pasado a formar parte de una tendencia muy apreciada por los consumidores, que buscan que sus marcas se vean involucradas en el cuidado del medio ambiente y que no malgasten recursos, además de poder sacar una rentabilidad extra.
Como consumidores podemos hacer mucho, ya que acciones como comprar lo justo, reciclar o reutilizar en medida de lo posible los envases, así como el “nose to tail eating” o comer sin desperdiciar ayudan a no malgastar recursos y ser responsables con el medio ambiente, sin olvidar que la industria se adapta a nuestras preferencias.
Consumir de forma responsable lleva más tiempo y es más caro, cosas que no todo el mundo está dispuesto a asumir, pero deberíamos trabajar en la manera de hacer ver lo importante de estas acciones para el futuro del planeta.